Se conoce como cuero a la piel animal que ya ha sido curtida. Este proceso implica el secado de la piel después de haberse recolectado, luego se le quitan las impurezas por medio del lavado para posteriormente aplicar algún curtidor a la piel y volverla a secar.
Desde hace algunos años, las pieles de imitación, más baratas, han venido compitiendo con las pieles auténticas a la hora de tapizar los sofás de diseño.
Dichas pieles son de peor calidad, lo que conlleva un sofá más barato pero de menores prestaciones. Su mercado es diferente al de los sofás de piel auténtica, por eso es necesario conocer algunas características que diferencian a ambos tipos de tapizado, gracias a las cuales podremos saber si el sofá de piel que vamos a comprar es realmente un sofá de calidad.
Las imitaciones se decoloran con facilidad. Al mirar en las zonas escondidas puede notarse que la piel de imitación cambia de color en zonas menos expuestas del sofá de piel, en relación a las que se ven a simple vista.
Los sofás de piel auténtica ‘huelen’
El olor característico de la piel es difícilmente reproducible por una de imitación.
La piel auténtica tiene una textura característica en el revés del sofá
Al arañar esa zona, la piel de imitación parece recubierta por una malla que transmite una sensación artificial que no sucede con el anverso.
Las pieles naturales tienen ‘defectos’
Al estudiar de cerca un sofá de piel auténtica, ésta presenta arañazos, picaduras y pequeñas zonas de colores diferentes, como es lógico al provenir de un animal que ‘ha vivido’.
Las pieles de imitación para sofás presentan un aspecto uniforme y sin zonas heterogéneas, ni en color ni en imperfecciones. Las sintéticas se decoloran con facilidad, pero al poco de estrenarse presentan una uniformidad de color muy artificial.
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